“No debería existir ningún tipo de interacción entre osos y humanos”

El doctor en Biología Andrés Ordiz insiste en la prudencia y el “respeto absoluto” al oso y su entorno a la hora de practicar turismo de observación

En los últimos años ha crecido de manera significativa eso que se conoce como “turismo de observación” y que no es otra cosa que el deseo de los visitantes por avistar animales salvajes en su entorno natural. Esta nueva tendencia afecta de lleno al oso pardo de la Cordillera Cantábrica, cuyo aumento en su número de ejemplares posibilita que sea una práctica cada vez más frecuente, pero no por ello exenta de riesgos, tanto para los humanos como, sobre todo, para los animales. Sobre ello habla Andrés Ordiz, doctor en Biología especializado en el estudio y conservación de grandes carnívoros. Ordiz lleva diez años investigando con el Scandinavian Brown Bear Research, con el que realizó su tesis doctoral sobre ecología y comportamiento de los osos.

¿Por qué cree que el avistamiento de osos despierta tanto interés?

Desde hace mucho tiempo ha habido interés en la observación de cierto tipo de fauna, como las aves, que son relativamente fáciles de ver, incluso en entornos urbanos. De manera más reciente, se generó un interés creciente en la observación de otro tipo de especies, entre las que se encuentran los grandes carnívoros, como es caso del oso pardo en la Cordillera Cantábrica. Supongo que, en parte, responde a un mayor interés de la sociedad en la naturaleza en general, pero también obedece a intereses personales que han terminado por generar una especie de moda, no sé si pasajera o no, pero que requiere de regulación por parte de las administraciones, que son responsables de la conservación y gestión de una especie en peligro de extinción, como sigue siendo el oso pardo.

¿Cuánto ha crecido esta tendencia?

Hasta hace unos años, no se solía encontrar gente por el monte tratando de ver osos, excepto biólogos que trabajamos con la especie y guardas. Hoy sí podemos encontrar un montón de turistas cuando aparece un oso o una osa con crías, por ejemplo, en sitios visibles desde carreteras cercanas. Además, es muy sorprendente el “efecto llamada” inmediato. Algunas personas ven un oso y tiran de teléfono y en cuestión de minutos aparece un grupo grande de curiosos y en el mismo día se encuentran vídeos y detalles con la localización del avistamiento en redes sociales. Me cuesta un poco entenderlo.

¿Supone un peligro para las poblaciones oseras?

La clave es que no debe haber interacción, ni directa ni indirecta, entre personas y osos, de modo que no haya opción de alterar el comportamiento de los animales. Si los intentos de avistamientos se hacen desde sitios suficientemente alejados como para que no haya opción de interactuar directamente con un animal no tiene por qué ser negativo. Pero en ocasiones se intenta ver osos desde puntos concretos situados en laderas de gran valor y quizá no se sea consciente de hasta qué punto la presencia humana puede generar molestias. Además, me parece muy grave cuando algunas personas se acercan a pocos metros de los osos para hacer mejores fotos. No afirmo que sea frecuente, pero desde luego sabemos que ocurre, y hay ejemplos muy recientes, de esta primavera, en Asturias.

Otro aspecto a tener en cuenta es que las esperas para realizar estos avistamientos suelen realizarse al amanecer y al atardecer, cuando los animales están normalmente más activos, y en este sentido estas actividades humanas son una novedad respecto a las típicas, que se desarrollan más bien en las partes centrales del día. Por tanto, los intentos de observar osos u otra fauna salvaje pueden implicar la presencia de gente en puntos concretos en los que, hasta tiempos recientes, reinaba la tranquilidad, al menos al amanecer y al atardecer.

¿Cambia el comportamiento de los osos cuando detectan humanos cerca?

Hemos estudiado cómo afectan las actividades humanas a los osos y sí, su comportamiento cambia cuando detectan personas cerca. En entornos humanizados como la Cordillera, los osos suelen ser crepusculares y nocturnos. Las horas que un oso pasa activo son esenciales para que logre alimentarse y engordar lo suficiente en los meses que preceden a la siguiente hibernación, que además es el periodo en el que las osas paren a sus crías. Cualquier molestia que interrumpa los patrones diarios de actividad de los osos, especialmente si sucede de manera repetida, puede poner en riesgo que los osos estén en la condición física necesaria para completar su ciclo vital.

Por otra parte, no es casual que algunos osos se vean a veces cerca de núcleos habitados o de carreteras. En el caso, por ejemplo, de algunas osas con crías en primavera. Lo hacen para evitar a otros osos, que pueden poner en peligro a sus crías. Por tanto, es crucial que las actividades humanas no causen un desplazamiento de esos grupos familiares o ejemplares jóvenes que durante unas semanas quieran alejarse de otros osos y les empuje hacia esas interacciones que estaban intentando evitar.

¿Cree que los observadores son conscientes de estos riesgos?

Confío en que, al menos los que se dedican a ello de manera profesional, sí. Existen muchas empresas y personas que guían a turistas para ver osos. Deberían ser muy cautelosos y explicar con claridad que no se debe de ninguna manera interaccionar con los animales y que se debe dar absoluta prioridad a su tranquilidad y no al hecho de verlos o no. Espero que esté siendo así y que la administración vele por la protección de la especie y la corrección en este tipo de actividades, ya que es su responsabilidad.

¿Qué recomendaciones daría a alguien que quiera practicar este tipo de turismo?

Lo primero: que piense en el bienestar de los animales antes que en su interés personal. Es clave guardar una distancia mínima que garantice que, en caso de que aparezca un oso, éste no se vaya ni a percatar de nuestra presencia. Es importante para los propios animales y para la gestión de la especie; no sería bueno que algunos ejemplares pudieran llegar a acostumbrarse a la presencia humana cercana. Cabe recordar de nuevo que se trata de una especie en peligro de extinción, aunque la situación de la población cantábrica haya mejorado en las últimas décadas, para hacer hincapié en que la conservación sigue siendo la meta prioritaria, y eso pasa por un respeto absoluto a los osos y su entorno.

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